lunes, 23 diciembre 2024
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Historias que inspiran: Fundación Flor de Esperanza

Con programas sociales, la fundación motiva al crecimiento de niños con ambiciones de superación en sectores vulnerables Con programas sociales, la fundación motiva al crecimiento de niñ;os con ambiciones de superación en sectores vulnerables Guiomar López | LA PRENSA DE LARA.- La mayoría de las calles son polvorientas en la parte alta de El Trompillo, al noroeste de Barquisimeto y el salón de clases es uno de los espacios en los que se desarrolla la infancia con sus sueñ;os de preparación. Fue allí, donde la Fundación Flor de la Esperanza desde 2015 decide aplicar proyectos sociales que resaltan la importancia de la nutrición y educación, para transformar las mentalidades de niñ;os de escasos recursos, prevención de embarazos en adolescentes y motivar el rendimiento académico.

El movimiento Fe y Alegría fue el escogido por este equipo que tiene como fundadora a Andreína Suárez.

El plan piloto empezó con 50 niñ;as del Colegio Monseñ;or Romero, ubicado en la calle La Torre de este sector de la parroquia Unión. Les inculcaron ambiciones de vida junto al aporte nutricional que se extendió a los 630 estudiantes de este plantel. Es una mano amiga que actualmente abarca al barrio El Carmen, La Pastora, Pavia y Cerritos Blancos.

Fue así como esa arepa que entregaban inicialmente cobró fuerza con el programa Harepaz, entendido como un juego de palabras que incita a llevar la paz a través del alimento y que transformaron a una ración completa. Además de una verdadera fusión basada en la educación integral con las artes, formación desde el campo del rugby con el programa Madiba, apoyo con útiles escolares, atención médica y demás beneficios que superan a los 1.500 beneficiados, incluyendo a las madres.

Con propósito

Es un trabajo extraordinario con ocho miembros fijos que se suman a todo ese voluntariado. Su sede administrativa se convierte en una galería, entre el color y donativo de obras de diversos formatos de artistas para recaudar fondos. Mientras que la principal en Bararida puede reunir a madres procesadoras y algunos estudiantes que generan alternativas para la venta. Máquinas de coser a la vista que son utilizadas por las mujeres que aprenden de corte y costura, así como de otro oficio que les garantice independencia. Además de consultorios de ginecología y odontología para las jornadas de salud.

«Esos niñ;os de los barrios, su momento de ser niñ;os es realmente en la escuela, porque durante el resto del día les toca responsabilidades de adultos», precisa Suárez al confiar en las altas capacidades intelectuales que tienen los niñ;os de sectores vulnerables.

Cada escuela tocada por esta fundación deja una huella imborrable con su vinculación estrecha, reconocimiento de necesidades y valiosos aportes que suelen ir desde la alimentación, preparación y hasta atención médica.

«Han sido un bastión que empezó con un desayuno, y lo más importante el liderazgo en niñ;os, junto a otras habilidades que demuestran la importancia de seguir estudiando en la vida», expresa la profesora Floralba Ramírez, directora del Colegio Fe y Alegría Monseñ;or Romero.

Siempre cercanos

«Nos conocen porque hay un vínculo cercano. La fundación no es sólo números y estadísticas, lo más importante es que conocemos a estos niñ;os, a sus madres y sus familias», señ;ala Andreína Suárez, de conocer a quienes están ayudando.

Ese principio es compartido por Glendys Santiago, coordinadora de Programa Social, complacida de que cada uno de los niñ;os representa un rostro que han acompañ;ado y lo motivan para cursar una carrera universitaria. «Nuestra bandera es la educación y por eso pensamos que el futuro de un país será igual al presente de sus escuelas», exclama de cómo les cambia la vida a estos alumnos y así les animan a la preparación ante el mundo, con logros tan importantes como la graduación del primer bachiller en una familia y así se replica en el resto de miembros. Admite que con este seguimiento reconocen la reducción del embarazo adolescente, incremento en asistencia y también del rendimiento académico.

Nellys de Barreto, coordinadora del Programa «Imaginarte», desde 2017 conocía el trabajo de la fundación y se identificó tanto con este proyecto que al jubilarse en educación, se sumó a este concepto que va más allá de la estética y tal como reza su slogan «Una pincelada de fe, hará de tu vida una gran paleta de oportunidades». Recuerda de esas afirmaciones de alumnos interesados en prepararse como artista plástico, diseñ;adores y demás carreras afines, quienes le dejan claro esa afirmación: «¡;No me equivoqué!».

Son testimonios que van acompañ;ados de ese sentir profundo, donde se brotan las lágrimas por ese contacto directo cuando abruman las necesidades. Se mueve la fibra humana y motiva a servir.

Siempre florece la esperanza en un trabajo mancomunado durante todo el añ;o. Así lo demuestra este equipo con sus ocho programas. Van más allá de cifras, pues están enfocados en calidad de atención, la vinculación que les ha permitido ganar esa familiaridad de cada beneficiado. Esa es la huella de Flor de la Esperanza, desde el calor humano.

 

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