domingo, 22 diciembre 2024
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Paseo en avioneta termina en tragedia familiar

Ocho años han pasado desde el siniestro en el que padre e hijo perdieron la vida

La libertad de volar y la complicidad entre padre e hijo se interrumpió la tarde del sábado 6 de agosto de 2016, cuando Pasquale Antonio Caradonna Grassa y el adolescente, de 16 años de edad, iban a bordo de su aeronave, pero a 10 minutos de despegar del aeroclub de Barquisimeto presentó una falla mecánica. Se salió de control y terminaron estrellándose en un maizal en el sector Piedra Arriba de Yaritagua. En ocho años, Mariagrazia Lo Giudice, esposa y madre de los fallecidos, ha transformado su duelo en conferencias de crecimiento personal, un documental y un libro.

Poco después de las 5:15 p.m., hora en que el dueño de Pasta «La Especial», de 48 años de edad, piloteaba su avioneta Sesna YV 1821BE36, el verdor de varias hectáreas de maíz se tiñó por la tragedia. Habitantes señalaron que la vieron dando varios giros, seguramente intentando conseguir estabilidad y evitar caer sobre las residencias cercanas, lo que logró por su experiencia de 10 años como piloto. Pero no pudo evitar el accidente que acabó con su vida y la de su único hijo. La intención era dar un breve paseo y posiblemente —desde las alturas— ver unos terrenos adquiridos para unos galpones y expansión del negocio.

Desconcierto ante el impacto de la avioneta

Fueron segundos que despertaron el nerviosismo en la gente de esta comunidad de Yaracuy. La avioneta no emanaba humo, pero no pudo retomar su ruta. Esa temida explosión para los baquianos fue inevitable al estrellarse en una de las lomas del maizal. El estruendo fue tan fuerte que no encontraban cómo describirlo y el corazón se les aceleró al predecir la muerte de los tripulantes. Lo más práctico era subir en vehículo rústico y en las motos que permitían ganar más tiempo para acercarse, entre caminitos improvisados, distante de la carretera de tierra. Deseaban llegar lo más pronto posible con la esperanza de poder salvar vidas.

La escena es inolvidable por imágenes tan dantescas; de hecho, algunos la reviven simplemente al tener en sus manos un empaque de pasta La Especial y se remontan a las fotos del maizal. El único indicio del color que podía apreciarse era de la punta trasera blanca con unas franjas azules, la hélice desprendida, el volante a un extremo y el resto era un amasijo de hierro que desprendía humo denso. Los cuerpos carbonizados y sólo se apreciaba una cadena de oro del empresario, así como baterías de teléfonos.

Los sueños quedaron resumidos a cenizas de la avioneta y la trágica despedida del esposo con el único hijo de Mariagrazia Lo Giudice, producto de tantos intentos fallidos para concebir. Una mujer de llanto incontenible, cuya mirada se perdía en esa estela gris que cubría el cielo y su voz perdió sus fuerzas. Todos pensaban en ella y sin poder imaginar la magnitud de tanto dolor y cómo lograba mantenerse en pie, la abrazaban porque no había palabra de aliento para mitigar el daño de este episodio tan desgarrador y pedían a Dios fortaleza ante la pérdida de su familia.

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Caradonna tenía dos hermanos, eran venezolanos de padres italianos. Uno de ellos estaba tan consternado y tratando de conseguir alguna explicación, solamente se aferró a que «mi mamá se los llevó, porque hoy está cumpliendo año en el cielo». Una fecha con doble dolor para sus parientes.

Los funcionarios de rescate y seguridad no tardaron en llegar y resguardar el lugar donde cayó la avioneta, así como periodistas, figurando el equipo del diario La Prensa de Lara que llegó gracias a la gentileza de habitantes motorizados. También estuvo presente la alcaldesa —para ese momento— del municipio Peña, Shirley Romero, quien se acercó a dar palabras de condolencias a familiares más cercanos.

Aquel sembradío estuvo rodeado de camionetas rústica lujosas, donde llegaban parientes y allegados. No creían lo repentino de ver todo perdido en un instante, como se termina una vida llena de proyectos. Era un empresario que trabajaba para seguir consolidando el patrimonio familiar y mientras su hijo recién había sido promovido al quinto año de bachillerato en el Colegio San Pedro, al oeste de Barquisimeto. La próxima semana tenían previsto viajar a Nueva York, porque regularmente permanecían en Estados Unidos.

Funcionarios de aeronáutica conocieron del reporte de la falla, pero luego se perdió la comunicación con la torre de control con la avioneta. No lograron tener más detalles del piloto. Se revertía la situación para Caradonna, quien en dos oportunidades había colaborado en operativos de rescate, siendo la más reciente en enero de 2015 con la avioneta desaparecida y que se estrelló en el Parque Terepaima, donde falleció el piloto Salomón Arráez Paredes y el hacendado Armando Javier Mogollón. Habían despegado de Barquisimeto con rumbo a Barinas.

La conmoción también se sintió entre el personal del aeroclub de Barquisimeto, quienes por varios días mantuvieron al resguardo la camioneta Toyota FJ Cruiser, propiedad del empresario. Esa fue la última vez que lo vieron llegar con su derroche de cordialidad junto a su hijo y sin pensar que sería su último vuelo, la despedida del mundo terrenal.

«Ellos están bien»

Dios fue el refugio en todo momento para Mariagrazia Lo Giudice, luego que se pensó que lo había perdido todo. Ese capítulo traumático del 6 de agosto de 2016 sólo logró paralizarla por poco tiempo y transformó el luto en compartir sus experiencias con herramientas de superación a través de conferencias con el programa «Juventud Plena», el documental «Ellos están bien» y el libro «Mis ángeles».

Fue un vuelco en su vida que le permitió saber cómo levantarse, tras quedar sola a 25 años de matrimonio y tras esperar ocho años para ser bendecido su vientre con la dicha de poder concebir a su encantador Gianfranco, cuyo anuncio lo hicieron un 24 de diciembre, momento en que confirman y lo asumen como un regalo del Niño Jesús. «Me dediqué a hablar con Dios, teniendo la seguridad de que ellos estén bien», señaló durante una entrevista en un medio local, reconociendo que allí terminó viendo el rostro de Dios.

Ella se queda con las energías de su esposo, como un eterno aventurero que disfrutaba al máximo cada una de sus experiencias. Un hombre noble, carismático y simpático, con una adrenalina para pescar y disfrutar de cualquier paseo. De hecho, en esa entrevista confiesa que en una oportunidad, mientras Caradonna colaboraba en la búsqueda de dos avionetas desaparecidas, ella le preguntó: «¿Qué va a pasar si eso me pasa a mí?» e inmediatamente le respondió «no te preocupes mi amor, que eso no va a suceder».

También se siente orgullosa de la dicha de haber sido madre y de criar a Gianfranco en una familia con valores y educación. Lo demostró en su destacado rendimiento académico en el Colegio San Pedro y en su personalidad con madurez para enfrentar la vida.

Sabía de la curiosidad de las personas y siempre se le acercaban para conocer cómo iba su proceso de duelo. La fortaleza espiritual le ayudó a continuar su vida, la ausencia física fue llenada con las vivencias y sintiéndose bendecida de haber disfrutado de una familia extraordinaria.

Como conferencista y entre tertulias le da vida al movimiento Juventud Plena, en el que comparte la importancia del renacer, alimentarse a sí mismo y entender que las heridas pueden ir sanando progresivamente. Un ejercicio para entender la vida, con todos sus matices y aceptar la disposición de Dios. Sufrió en carne propia la negación inicial de lo que pasó y el reclamo de por qué a ellos, pero decidió continuar la vida, no quedarse paralizada.

El documental se comienza a filmar sin decidirse por un título, se trata de una historia muy emotiva y sentida, de esas que salen de corazón. Luego, su equipo de producción toma una de las frases finales en una de sus conferencias, en las que ella finaliza afirmando que «ellos están bien». Le sugieren titularlo de esa manera y le pareció extraordinario.

Se complace con el documental «Ellos están bien» que ha obtenido varios premios, en los que deja claro lo imposible de revivir a su esposo e hijo, pero que logra asimilarlo confiada en que están en un mejor lugar, el paraíso celestial. «Cada vez que lo veo, siento que él se entregó. Él está bien, hizo todo lo que tenía en sus manos», admite tratando de imaginar ese momento cuando sintió la falla y viendo que su hijo estaba en peligro. Hizo todo lo que estuvo en sus manos, de eso está muy segura.

La resiliencia es una palabra clave para definir a Mariagrazia Lo Giudice y lo ratifica en su libro «Mis ángeles» en 2022, con lecciones para aprender a asimilar el duelo con amor y fortaleza. Retrata a los dos seres más preciados en su vida, dejándolos en el plano superior e infinito para tenerlos siempre presentes.

Agradece las etapas tan grandiosas que vivió como esposa y madre. No desafía a Dios, al reconocer que se encuentran en el paraíso de la serenidad, donde siempre son bien recibidas las personas de buena voluntad. Tuvieron su tiempo como mortales y trascendieron con la magia que les da ser seres de luz.

El 6 de agosto de 2016 marcó la separación física de una familia y la transformación del luto en esperanza, demostrando que el olvido es la muerte directa y el duelo se convierte en impulso de vida.

Maria gracia

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