lunes, 23 diciembre 2024
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Comunidad Piedras Verdes sumergida en la desidia gubernamental

Luis F. Colmenárez | LA PRENSA DE LARA.- Al menos 16 años engañados tienen los vecinos de la comunidad de Piedras Verdes, al este de Barquisimeto, pues tienen ese tiempo esperando que los gobiernos de turno y los candidatos de las distintas jornadas electorales les cumplan con las promesas de campaña, que van desde la construcción de viviendas dignas hasta la solución en materia de servicios públicos.

«Se asoman por estos lados, nos prometen villas y castillos, logran sacarnos los voticos y terminan desapareciendo», dice con lamento la señora Érika Medina, quien se desempeña como líder vecinal.

Entre las calles de esta comunidad se percibe una abrumadora cantidad de carencias y la falta de atención ha obligado a las 180 familias a buscar por su propia cuenta la manera de salir adelante, en medio de una dura crisis que ni siquiera les ha permitido levantar una vivienda resistente que los resguarde del frío y la lluvia.

El adobe y el zinc se roban el protagonismo al transitar por el sector. Los habitantes reconocen que estos no son los materiales más indicados para la construcción de sus viviendas, pues han visto cómo otras terminan en el suelo por no soportar los constantes cambios climáticos; sin embargo, sus ingresos sólo les alcanzan para poder adquirir algunos de estos insumos.

Vecinos cuentan que durante el año 2015, el entonces gobernador de Lara, Henri Falcón, se comprometió en llevar a cabo la construcción de 10 viviendas para las familias más vulnerables, pero pasó el tiempo y las mismas quedaron a mitad de camino. Sólo la losa fue construida.

«Eso quedó así. Henri salió de la gobernación y nadie se preocupó por terminarlas, en mi caso tuve que construir un ranchito sobre la losa», relata el señor Simón Gómez.

Otra de las promesas fue la donación de una máquina de bloques de adobe para que las personas pudiesen ampliar sus viviendas, pero esta tampoco llegó.

En Piedras Verdes quedó también a medias la instalación de la tubería de aguas blancas. Los vecinos hicieron de tripas corazón y como pudieron buscaron tubos que conectaron, con tal de llevar el vital líquido hasta sus viviendas.

Los días lunes, miércoles y viernes tienen de manera fija el recurso natural. Sin embargo, hacen un llamado a cualquier mano solidaria que les pueda regalar tanques de agua que contribuyan con la ampliación de su reserva, pues alegan que la mayoría de las familias sólo tienen una pipa que a duras penas les alcanza para una semana.

Reconocen que la comunidad vecina de Yacural ha sido de gran ayuda, pues frecuentemente les envían camiones cisternas para apaciguar el estrés de tener que llenar sus envases con la poca presión con la que llega el servicio de agua.

«Aunque vienen cada tres meses, cada cisterna trae 14 pipas y por lo general vienen alrededor de 12 camiones para abarcar varias casas», cuenta la señora Érika.

Cuenta que otro de los problemas que presentan en la comunidad es la falta de una institución educativa, lo que los obliga a inscribir a sus chamos en escuelas de zonas aledañas, pero el traslado se dificulta ante la falta de unidades de transporte.

El servicio eléctrico se ha convertido en otro tormento, ya que el mismo no terminó de ser constituido y varias viviendas tuvieron que crear «tomas ilegales» con alambres y palos, generando «empates» que echan chispas de vez en cuando y ponen en riesgo a todos.

«Las fases se viven cayendo a cada rato. Nos toca buscar cómo restituir el servicio, que siempre falla», relata Daniel Gómez.

Para ellos, el servicio eléctrico es una prioridad, ya que al tratarse de una zona llena de monte y donde reina la oscuridad son blanco fácil de delincuentes que han ingresado a los humildes ranchos para saquear alimentos e incluso los pocos electrodomésticos que han adquirido a punta de trabajo.

Alegan, además que el alcalde Luis Jonás Reyes les dijo que enviaría un equipo que se encargaría del patroleo de las calles. Sin embargo, hasta el sol de hoy siguen esperando su llegada.

Joaquín Droe, quien funge como dirigente vecinal, considera prudente la construcción de un módulo policial que ayude a la comunidad a sentirse segura, en medio del acecho del hampa.

También piden con urgencia un centro médico, al cual puedan acudir en medio de emergencias, el más cercano está en Santa Rosa y a altas horas de la noche no pueden conseguir vehículos.

Otra situación a la que deben hacer frente es a la escasez de gas doméstico. La intermitencia en el despacho los ha obligado a recurrir a los caracoles eléctricos e incluso al uso del fogón para poder preparar, aunque sea un par de arepas.

Iglesia quedó a medias

Ni siquiera la lluvia los detiene. La conexión con Dios es una característica que comparten las familias del sector. Poco a poco han ido dando forma a una iglesia cristiana que cada domingo reúne a un aproximado de 60 personas para escuchar la Palabra del Señor.

Actualmente, sólo han logrado edificar una estructura con tubos, piso y la mitad del techo. Hace falta levantar las paredes que los resguardará del frío y del agua en días lluviosos.

El pastor que predicaba la Palabra falleció sin ver materializado el sueño de tener constituida la iglesia cristiana «Un Camino de Dios» para el servicio de la comunidad. Actualmente, su esposa Glorimar Sánchez ha tomado su lugar.

En el sitio religioso se acostumbra tender la mano y ayudar a los más necesitados con diversas actividades de distracción, además de realizar jornadas sociales con cortes de cabello y días de sopa.

Entre los materiales que hacen falta para la culminación de la obra, serían bloques, arena y cemento para levantar la obra.

Forjan su camino como futbolistas

Bajo el inclemente sol y rodeados del polvo que levanta la brisa, un grupo de 14 jóvenes de Piedras Verdes se concentra los días lunes, miércoles y viernes con el objetivo de sacar adelante el equipo que recibe el mismo nombre de la comunidad.

No hay nada que los detenga. Su mundo es el deporte, con recursos propios acondicionaron un espacio para tener sus prácticas y llevar a buen nivel cada una de sus destrezas.

David Gómez es su entrenador. Él asegura que su principal motor es mantener a los jóvenes lejos del ocio y del vicio, para que tengan un futuro sano y prometedor.

Desde hace cinco años se ha encargado de reclutar a cada uno de los chamos que hacen vida en la comunidad y muestren interés en el deporte.

No hay categorías, las puertas están abiertas desde el más pequeño hasta el más grande. «Aquí el único requisito es tener las ganas de hacer las cosas bien», dice David.

A pesar del esfuerzo y el corazón que los miembros le ponen al equipo, no es suficiente. Actualmente, están trabajando con las uñas.

Hasta el sol de hoy no cuentan con instrumentos como balones, o incluso una cancha que les permita jugar de manera segura.

La pelota de uno de los vecinos es su única herramienta, el resto es sólo talento y determinación.

Gómez señala que necesitan la colaboración de los entes gubernamentales para poder mantener la labor que ha venido desempeñando desde hace media década.

Una innumerable cantidad de veces les han prometido la construcción de una cancha deportiva, pero como ya es costumbre, la ilusión se desvanece con el pasar del tiempo y viendo como nunca terminan de llevar el proyecto a cabo.

Por ahora, sólo les queda juntarse por lo menos unas vez a la semana para retirar todo el monte que aparece en el área de juego y les impide poder llevar a cabo los entrenamientos.

Durante estas semanas se han estado preparando con todos los hierros para un torneo que esperan disputar en el mes de febrero. Sin embargo, no tienen siquiera un uniforme para encarar a sus adversarios, pues no tienen recursos para mandar a hacer uno.

Hacen un llamado a las autoridades para que les tiendan la mano y puedan seguir soñando con jugar en la selección nacional.

 

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