lunes, 23 diciembre 2024
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En Guamacire sobreviven entre carencias y autogestión de su gente

Luis F. Colmenárez | LA PRENSA DE LARA.- Entre polvo y fallas en servicios públicos viven las familias de la comunidad de Guamacire, ubicada al sureste de Barquisimeto. Esta joven comunidad que cuenta con 25 años de fundada, no ha podido ver luz al final del túnel, pues la falta de agua, vialidad, aseo y gas están a la orden del día.

Este sector que alberga casi mil familias pertenece a la parroquia Juares del municipio Iribarren; sin embargo, está más ligado a Palavecino. La entrada principal está por Agua Viva o Las Cuibas de este municipio hermano, pero también se puede ingresar a través de El Manzano, siempre y cuando el río Claro lo permita.

Uno de los calvarios para quienes viven en Guamacire está relacionado con la terrible escasez de agua por tuberías. Si bien el servicio dice presente, no es óptimo y termina apareciendo de la noche a la mañana.

«Hay madrugadas en las que nos ha tocado echar carreras porque el agua llega sin avisar y toca llenar todos los tanques y pipotes que podamos», cuenta el señor Luis Sánchez, vecino de la zona.

Con indignación relata la travesía de las familias que viven en las colinas del sector, pues deben recargar los tobos en las viviendas de sus vecinos, ya que sus hogares se encuentran más arriba y el vital líquido, que aparece sin presión, no llega hasta donde están ellos.

En esta comunidad no pueden considerar la opción de los camiones cisternas, pues estos muy pocas veces aparecen por esos lados, dado que la vía para llegar a esta zona no está en las mejores condiciones.

El río Claro que comunica con la comunidad, constantemente registra crecidas que son impulsadas por el clima lluvioso. La situación genera daños en la vía que terminan complicando el transitar de los automóviles.

Las personas sostienen que como forman parte de la parroquia Juares, deben trasladarse hasta Río Claro para realizar trámites de documentos en la junta parroquial.

Si el río lleva agua, los habitantes quedan encerrados y no pueden cruzar hacia El Manzano. Se ven presionados en ir hasta Cabudare para luego viajar a Barquisimeto y tomar un bus que los ayude a llegar a Río Claro. De regreso deben seguir el mismo recorrido.

No cuentan ni siquiera con unidades de transporte público, la travesía para movilizarse es tan agobiante que muchos han preferido mantenerse en sus casas laborando, sólo para no tener que vivir con el estrés diario de salir a cumplir con sus responsabilidades. El camino luce tan deteriorado que los conductores lo comparan con la «Luna», por la cantidad de cráteres que deben atravesar.

Por tratarse de una zona de tierra fértil, una gran cantidad de familias decidieron dedicarse a la siembra y la cría de animales para no sólo alimentarse a sí mismos, sino además para poder tener una fuente de ingresos.

Auyamas, caraotas, cambures y maíz son algunas de las siembras que predominan, mientras que la cría de puercos, chivos, gallinas, vacas y conejos también ha ido ganando terreno.

El señor José Linares es una de estas personas que dedica su tiempo al trabajo de campo. Cuenta que es una tarea que se toma muy en serio por ser el medio con el que lleva el pan de cada día hasta su mesa.

«Actualmente, el kilo de carne de cualquiera de los animales se ubica entre los tres y cuatro dólares, mientras que el cartón de huevos va por los (16 millones de bolívares) Bs.D. 16», precisa.

El único problema que le ven a la tarea que desempeñan es el hecho de tener que caminar expuestos al inclemente sol con el peso de los alimentos para los animales sobre sus hombros.

Hay personas que a pesar de vivir en otras zonas de Lara, tienen sembradíos en el sector y visitan sus tierras con camiones. El resto de la comunidad saca provecho de las visitas y piden «colas» para trasladarse o incluso solicitándoles el favor de trasladar algún animal que tengan vendido y no puedan movilizar.

Lo mismo ocurre con los camiones de aseo urbano, los cuales nunca se han dejado ver entre las calles que albergan a tantas familias humildes que han tenido que cavar huecos en sus patios para enterrar sus desechos. Hay otros que prefieren caminar unos cuantos metros y quemar las bolsas.

Los habitantes dicen que en todo el tiempo que ha transcurrido desde la fundación del sector, muy pocas veces se ha visto a una autoridad regional paseándose por la zona y escuchando cada una de las problemáticas que se van acentuando cada vez más.

Niños han quedado en el limbo por falta de escuela

Un total de 91 niños de Guamacire, al sur de Barquisimeto, han quedado a la deriva en materia de educación. Desde hace 20 años, los jóvenes han sido formados en los caneyes de una casa de familia que han servido como aulas de clases.

La «Escuela Bolivariana Media Jornada Guamacire» atiende a niños desde el primer nivel de preescolar hasta el sexto grado.

A la par, el gobierno regional comenzó a edificar una escuela cuya inauguración estaba prevista para llevarse a cabo hace varias semanas atrás. No obstante, la comunidad se opuso dado que además de no tener nombre, el plantel no fue terminado.

«Sólo hicieron un módulo con dos salones, no tienen baños ni agua. Así es imposible enviar a los niños», manifestó Noelia Torres.

Los padres aseguran sentir una enorme preocupación, debido a que las clases a distancia no son una opción para ellos, dado que el hampa los azotó y los despojó del cableado de Cantv que les ofrecía además conexión a internet.

Trabajan con las uñas para atender a los más vulnerable

Las ganas de servir han acompañado desde siempre a la señora Pura de Martínez. A sus 80 años continúa ayudando a los más necesitados, tal como lo hizo durante su ejercicio profesional como enfermera.

Desde hace dos años ofreció su vivienda para que sirviera como una casa de alimentación, que diera de comer al menos a 200 personas, entre quienes destacan niños, adultos mayores y personas vulnerables.

Si bien reconoce que los alimentos que actualmente ofrecen son donados por la Fundación Programa de Alimentos Estratégicos (Fundaproal), estos muchas veces se quedan cortos, pues desde hace mucho tiempo no logran brindar una dieta balanceada.

«A veces el despacho de alimentos puede tardar hasta un mes sin llegar. Además, hace mucho que no nos traen mortadela, carne o pollo», dice, mientras agrega que las únicas herramientas que les facilitaron fueron una olla y un reverbero. En ocasiones, los vecinos envían colaboraciones.

El comedor popular funciona de lunes a viernes hasta la 1:00 de la tarde.

 

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