lunes, 23 diciembre 2024
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Río de agua contaminada asfixia a 300 familias de Las Tinajitas

Luis F. Colmenárez | LA PRENSA DE LARA.- Un olor nauseabundo, la proliferación de enfermedades y la presencia de animales mantienen a los vecinos del sector III de Las Tinajitas, al oeste de Barquisimeto, en una constante preocupación que cada vez carcome más su calidad de vida.

Todo comenzó hace dos años, cuando un colapso de la tubería de aguas negras abrió paso a un sinfín de problemáticas. Tal y como han hecho en diferentes sectores, las personas decidieron reparar por su cuenta la afectación, pues a pesar de haber reportado a los entes competentes estos habían solventado.

Con determinación y esfuerzo, en octubre del año pasado reunieron dinero y le pagaron a un experto en la materia para destapar las tuberías y así lograr que todo volviera a la normalidad. No obstante, la felicidad les duró poco y en cuestión de dos meses nuevamente estaban nadando entre fetidez y suciedad.

Nuevamente intentaron llevar a cabo la reparación. Sin embargo, el escenario fue diferente en esta ocasión. Los encargados de llevar a cabo el trabajo alegaron que las dimensiones del desborde de cloacas había aumentado y ya no estaban en capacidad de dar ese respiro que tanto anhelaba la comunidad.

Días y noches transcurrieron y el pavimento que cubría las calles fue desapareciendo. La avenida principal ha quedado resumida en una jungla que sirve de guarida para serpientes, ratas y zancudos que, según vecinos, ya son del tamaño de las moscas.

La falta de alumbrado agrava todo, ya que en las noches no logran ver nada y quedan expuestos a diferentes riesgos.

«Es terrible todo, hace unas noches estaba caminando con mi hijo y se nos apareció una culebra. De paso, en Lara no hay suero antiofídico, estamos expuestos a que nos muerdan y ocurra una tragedia», relató con preocupación Pérez.

Afirma, que actualmente hay tres reportes ante Hidrolara que dan fe de que la institución tiene conocimiento de la terrible situación que los aqueja. Pero denuncian que la hidrológica les ha jugado «kikirigüiki», prometiendoles la visita de una cuadrilla que no termina de llegar.

Y como si de un efecto dominó se tratara, el problema se ha ido extendiendo. En la misma cuadra ya son dos cloacas colapsadas y una tercera que está «a punto de caramelo».

Gripes mal curadas, infecciones respiratorias, casos de dengue e incluso hepatitis son algunos de los padecimientos que han aparecido en la comunidad y que los mismos vecinos se los atribuyen al «agua piche» que los rodea.

Pero no sólo deben lidiar con el colapso de las aguas servidas, sino que además en la carrera 2 con calle 7 de la comunidad se presentó una ruptura en la tubería que lleva el servicio de agua blanca hasta cada uno de los hogares del sector.

En esa oportunidad, Hidrolara se llevó la pieza que, supuestamente, se había averiado con la promesa de regresar con una nueva. Pero no, fue peor el remedio que la enfermedad, pues ambos caudales terminaron uniéndose y haciendo más profunda la laguna.

«Cuando llega el agua esto se pone horrible. Da nervios caminar por la zona porque en cualquier momento nos podemos caer en esa agua cochina», relata Yennifer.

Y es que precisamente, la señora Yoleima Marín cuenta que accidentalmente introdujo un pie en la corriente tóxica, y esto casi de inmediato le generó un hongo que tardó varias semanas en poder sanar.

Con suma preocupación, agregan que al ver próximo el retorno a las aulas de clases el calvario se tornará mucho más grande, pues la calle conduce directamente hasta la «Unidad Educativa Estadal profesor Francisco Tamayo», escuela a la que asiste la mayor parte de los niños que hacen vida en esta populosa comunidad del oeste.

En tono de denuncia, los vecinos indicaron que hace un par de semanas recibieron la visita del gobernador y también candidato del PSUV, Adolfo Pereira al mencionado plantel educativo. Sin embargo, los dirigentes vecinales le notificaron a la comunidad que sólo entrarían «personas seleccionadas a dedo», pues sólo se plantearían las problemáticas que ellos mismos seleccionaron.

«Lo metieron en la escuela y no nos dejaron entrar para decirle lo que estaba pasando. Por aquí no dejaron que ni se asomara para que por lo menos se colocara la mano en el corazón y nos resolviera», continúa diciendo Yennifer.

Aseo y busetas no se ven

Las calles del sector III de Las Tinajitas, al oeste de Barquisimeto, están tan deterioradas que las unidades de transporte público decidieron desviar su ruta y no transitar por la comunidad.

«Antes la Ruta 15 pasaba por esta calle, ahora prefieren dar más vueltas por el simple hecho de que las cloacas volvieron leña el asfalto», denuncia Yennifer Pérez, habitante de la zona.

Con molestia, cuenta que quien desee salir para hacer alguna diligencia se ve obligado a caminatas de 15 a 20 minutos para poder tomar el bus que lo movilice a su destino.

Por el mismo deterioro vial el servicio de aseo no se volvió a ver por la comunidad, lo que llevó a los vecinos a crear vertederos improvisados que hoy en día alimentan la contaminación.

El año pasado, la comunidad pagó a una máquina para eliminar la maleza, pero en cuestión de semanas esta volvió a crecer.

A pesar de estar en una zona comercial donde funcionan empresas de alimentos, no ha existido una alianza estratégica para encontrar solución a los problemas que los aqueja.

Proyecto quedó a mitad de camino

Hace cuatro años, el gobierno regional prometió la construcción de 250 viviendas para familias que se encuentran en situación de riesgo del sector III de Las Tinajitas. Sin embargo, la ilusión duró poco para quienes resultarían beneficiados en este proyecto.

Varios de ellos se vieron obligados a derrumbar los ranchitos que les servían de refugio, ya que más pronto que tarde darían inicio a la edificación de una «vivienda digna».

Las obras que fueron financiadas por diversas entidades del Estado, comenzaron viento en popa y en algunos casos lograron avanzar en cuanto a la losa y la estructura de las casas.

Pero de la noche a la mañana, el escenario cambió y los obreros que llevaban a cabo el proyecto no volvieron a dar la cara, dejando en el limbo a las personas que tenían sus esperanzas depositadas en ellos.

«Yo tuve que tumbar mi rancho y me vi obligada a mudarme con mis cuatro hijos a casa de mi mamá. Yo necesito ver mi casita terminada para que mis hijos tengan un techo propio donde dormir», declara Evelin Peña.

Evelin con mucho sacrificio ha intentado terminar de consolidar ese sueño. A pesar de los 4 dólares mensuales que gana como obrera de una escuela y que se quedan cortos para cubrir las necesidades de su familia. Ha hecho de tripas corazón para comprar poco a poco los materiales que hacen falta para concluir el trabajo por cuenta propia.

Pero mientras que por un lado reúne dinero, por el otro observa cómo los amigos de lo ajeno se han ido llevando paulatinamente los materiales que con mucho sacrificio ha conseguido.

«Me robaron las cabillas, los bloques a pesar de estar pegados y la arena. Da dolor ver cómo me quitan lo que con tanto esfuerzo he conseguido, sólo porque el Gobierno no terminó lo que prometió», lamenta.

Las personas mencionan que ni siquiera cuentan con servicios básicos, como cloacas o electricidad. Debido a las tomas ilegales, en marzo del año pasado vieron cómo una vecino y sus dos hijos fallecieron tras un cortocircuito que devoró su hogar.

 

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