lunes, 23 diciembre 2024
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Vecinos de las adyacencias de la Av. Uruguay viven en riesgo latente

Guiomar López | LA PRENSA DE LARA.- Sus casas se abren, sin importar que sean de bloques o de zinc. Los pisos «se explotan» y los estantillos ya ni pueden sostener las paredes abombadas. Los vecinos adyacentes a la avenida Uruguay, al sur de Barquisimeto, viven rogándole a Dios que en este periodo de lluvia no terminen de colapsar sus residencias. Se sienten atados al miedo y a la necesidad extrema de desafiar ese alto riesgo, por no tener un lugar para mudarse.

Mirar el techo de la casa de Miriam Torres, es ver que en el centro lo atraviesa un plástico grueso. Su rancho de zinc se está partiendo en dos y esa es la única opción para evitar inundarse. «¡Cuidado!» grita, porque el paso es inestable, ante un piso que pasó a más tierra que cemento debido al deslizamiento del terreno que amenaza con terminar de dividir por completo la humilde casa que habita desde hace 14 años. Ella vive con su hijo y ni siquiera pueden remodelar, porque sería un trabajo perdido en pocos meses.

«¿Salirme y pa’ dónde?», dice con mirada cabizbaja, porque no tiene otro lugar para mudarse. Confiesa que vive asustada en este periodo de lluvia y entra en pánico, cuando es de noche y las precipitaciones vienen acompañadas de vientos huracanados. Ese estruendo es insoportable con las láminas de zinc que se deshacen de las piedras, que intentan usar como soporte. Además de implicar más humedad, de la que ya amenaza con tumbarle por completo su hogar.

Yuraima Zerpa también señala que vive en zozobra y siente mucho miedo de la furia del suelo, tanto por la anegación de la lluvia o por un temblor. Tuvo que construir detrás de las ruinas de una casa que no soportó las grietas ni el desprendimiento por la debilidad de un terreno, que suele inundarse al recibir buena parte del drenaje desde la avenida Vargas.

Pero entrar a la casa materna de Luis Chaviel, es apreciar una pared abultada al igual que el piso, sus cuartos se están desprendiendo por tantas grietas que son casi de 20 centímetros de ancho en la sala, tanto así que la claridad del sol entra colada. La cocina empotrada ya ni garantiza la estabilidad de las ollas, porque está a punto de caer.

Fue tanta su desesperación que a principio de 2023, tuvo que levantar una pieza para su familia, considerando que su esposa Egdalis Martínez está a pocas semanas de tener el quinto hijo. Están conscientes del peligro latente, pero tampoco tienen otro terreno para construir ni para vivir pagando alquileres.

La situación es tan compleja que Julio Gutiérrez, directivo de Colegio de Ingenieros del estado Lara, señala que es un lugar que no puede ser habitable, la debilidad del terreno y sin red de distribución del acueducto porque termina colapsando por humedad. Explica que es un suelo de poca capacidad de soporte, cercano a la falla de Boconó, con problemas de infiltración y víctima de las construcciones anárquicas, tal como se mostró en el colapso de 2015. Además, dejado al olvido, por falta de disposición política.

 

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