lunes, 23 diciembre 2024
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Zozobra no deja dormir a vecinos de cárceles

Euseglimar González | LA PRENSA.- Vivir cerca de una comisaría policial no es un alivio, sino una tortura. Vecinos de diferentes zonas de Lara viven con el “cristo en la boca” rezando que los presos no la “piren” de los calabozos porque eso es sinónimo de plomazón.

“Eso de que uno se siente más seguro con una comandancia es falso. Hay muchos detenidos y todos son de alta peligrosidad cuando se forman los motines es peor.¿Quién nos protege a nosotros?”, soltó Carmen Yépez, vecina de la estación de Polilara Andrés Eloy Blanco ubicada al oeste de Barquisimeto y una de las más grandes de la ciudad.

El año pasado ocurrieron dos fugas masivas que dejó el saldo de cinco privados de libertad abatidos. La primera en la comisaría de Pata ’e Palo y la otra de La Floresta en Tamaca.

Los cientos de detenidos en diferentes comisarías entre Cicpc, Polimunicipal y Polilara han originado varios motines y múltiples fugas masivas, que muchas veces terminan con hechos violentos.

“Aquí tiene que pasar algo fatal para que el Ministerio Penitenciario haga algo. Tendrá que resultar herido un vecino, cuando los policías estén en medio de la persecución de los fugados”, comentó una vecina de la urbanización José Gil Fortoul.

En noviembre de 2017, cuando 14 reos se fugaron de la comisaría de La Floresta, vecinos de la zona se despertaron en medio de la plomazón. Detallan que lo que hicieron fue meterse debajo de la cama para evitar cualquier bala perdida.

Escuchaba cuando las balas impactaban en las rejas de mi casa. Lo que hice fue resguardar a mis hijos y rezar. No podemos hacer más nada”, comentó Olga Jiménez, vecina de la zona.

Casi similar fue el que ocurrió en la Gil Fortoul cuando nueve reos se fugaron y se metieron a una invasión de la zona y amenazaban con meterse a las casas.

Cuentan que los presos en medio de la desesperación golpeaban las puertas de las casas. Les pedían que abrieran. Mientras que unos golpeaban las puertas para refugiarse, otros trepaban paredes y se subían a los techos para lograr huir.

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