lunes, 23 diciembre 2024
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Familiares acampan en las aceras

Jennifer Orozco | LA PRENSA.- Acostados sobre carto­nes que ponen en la ace­ras manchadas y sucias, está el 90% de los fami­liares de enfermos reclui­dos en el Hospital Cen­tral Antonio María Pine­da. Dicen que aunque les recomiendan la sala de espera, prefieren pasar roncha afuera para estar más cerca de sus parien­tes.

Juana Ramírez tiene a su hijo hospitalizado des­de hace tres días en la emergencia por una heri­da de bala. Buscó par de cajas de cartón y ha pasa­do las 72 horas en un pe­dacito de acera a unos 10 metros de la puerta de la sala de emergencia.

«Aquí he dormido, me arropo con una toalla. También comí y esta ma­ñana hasta me cepillé los dientes. No me muevo de aquí porque si me llaman estoy más cerca. La sala de espera me queda le­jos, si mi hijo me necesi­ta tendría que correr y no quiero eso», cuenta.

Juana declaró que ya la han llamado tres veces para comprar medica­mentos. ‘Si me muevo hasta esa sala de espera y a mi hijo le pasa algo no me lo perdonaría‘, dice.

Así como Juana, la ma­yoría de familiares, que en un 80% son mujeres, hacen prácticamente un rancho fuera de la emer­gencia para velar por sus enfermos.

No les importa dormir incómodos ni bajo la llu­via. ‘Si llueve nos moja­mos‘ dicen tres mujeres entre risas, las mismas que se tapan del sol con sábanas y a cuyas espal­das se ven bolsas de co­mida y ropa colgando de las rejas de la plaza fren­te a la maternidad.

A todo dar

Al entrar a la sala de es­pera, solo hay unas 20 personas mirando la pantalla donde se hacen los llamados con el nom­bre del paciente.

Allí tienen un centro de comunicaciones, venta de chucherías y un piso superior lleno de sillas reclinables para dormir.

Hay baños de dama y ca­ballero, limpios y con olor agradable. El perso­nal de limpieza está allí hasta las 5:00 pm y de vez en cuando un polilara hace una ronda para ve­lar por la seguridad de los que esperan. Pero ninguna de estas cómo­das condiciones hacen que los familiares utili­cen el espacio.

«Se va a familia por fa­milia tratando de con­vencerlos pero es inútil. Prefieren pasar roncha afuera, durmiendo y co­miendo a la intemperie» declara el encargado de la sala de espera del Hos­pital.

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