lunes, 23 diciembre 2024
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Vigilancia chueca en escuelas y liceos

Jennifer Orozco | LA PRENSA.- Sentado en un pupitre, casi en la entrada de la escuela; pero tapándose para que nadie lo vea está el único vigilante que encontró el equipo periodístico de La Prensa tras realizar un recorrido por 12 escuelas y liceos en Barquisimeto. La intención de constatar que la vigilancia a las instituciones educativas se activó en este período de vacaciones quedó más en expectativa que en realidad.

Como de un metro 60 centímetros de estatura, delgado y de unos 60 años el vigilante del liceo Rafael Monasterios del sector San Juan cuenta que trabaja solo en las noches y no tiene “ni siquiera un palo para espantar a los perros de la calle”.

No tiene un uniforme ni nada que lo identifique como vigilante. Anda en jean, chemise y en la cintura le cuelga un manojo de llaves, aparentemente de las puertas del liceo.

“Trabajo de 6:00 de la tarde a 6:00 de la mañana, siempre solo para todo el liceo. Si yo escucho algún ruido extraño y tengo saldo en el celular llamo al 171 o a la policía; pero me escondo para que no me vayan hacer nada”, cuenta el guardián entre risas al momento de argumentar su posible acción ante un ataque del hampa.

El vigilante dice ser miembro del Sindicato de Trabajadores Educacionales y tiene 17 años cumpliendo su oficio en el mismo liceo.

En ese tiempo ha pasado varios sustos y ha tenido que ocultarse de los malandros que irrumpen en la institución.

“Se han llevado computadoras, materiales de oficina y hasta ventiladores. Yo no puedo hacer más nada, sólo reportar al director cuando llega en la mañana”, detalla.

Confiesa, con cierto tono de esperanza, que “por lo menos esta institución tiene vigilancia”, porque en otras los encargados de ese puesto están ausentes.

Y es que lo informado por el cuidador deja entender que la falta de preparación para asumir el cargo no es el único mal que existe en el resguardo de las instituciones educativas.

“No es que no les asignen vigilantes a las demás escuelas y liceos, es que a veces los muy flojos no van a trabajar”, denuncia el hombre al tiempo que narra que no tienen un coordinador o supervisor que esté adscrito a la Zona Educativa que los meta en cintura y los obligue a estar en su puesto de trabajo.

Cada uno ve si trabaja o no y sólo le rinden cuentas a los directivos de las escuelas en la mañana. Muchas veces se excusan o encuentran reposos médicos y justifican la falta nocturna a su puesto de trabajo.

Según las autoridades y hasta los reglamentos de la Zona Educativa, cada plantel escolar debe contar con vigilancia las 24 horas del día.

Su mayor preocupación es que todos los liceos y escuelas siempre son grandes estructuras de hasta dos niveles y que ocupan toda una manzana. “Es un terreno muy grande para uno, pero no vale de nada quejarse porque no envían ningún refuerzo para la vigilancia”, cuenta.

Por golpe de suerte

“Si yo estoy afuera de mi casa y veo que alguien se está metiendo al liceo, llamo a la policía”, cuenta una vecina que esa es la colaboración que aporta como miembro de la comunidad para resguardar el Liceo José María Domínguez cumpliendo con el mandato de la presidencia de la República en 2008, el cual plantea que los consejos comunales deben integrarse a las instituciones de educación pública.

La señora comenta que muchas veces han robado en la institución, pero nadie lo nota hasta que llega el personal la mañana siguiente. Explica que en vacaciones es peor. “Cuando están fuera del período escolar nadie nota si roban hasta que regresan a clases”, reporta la vecina.

Lo mismo opinan los habitantes de Fundalara, quienes se quejan de que el liceo Ambrosio Oropeza es un “desierto” cuando no hay clases.

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